Está
obra es un homenaje a los pueblos pequeños, esos que de alguna manera
quieren convertirse en ciudades bulliciosas, industriales y con el afán y
el estrés de cada día.
Está
definida por tonos amarillos y verdes, estos dan color a diversas
formas geométricas imprecisas, en algunas áreas he usado azules,
violetas y magenta.
Las
líneas se cruzan de forma desordenada en diversos puntos, las formas se
yuxtaponen y generan sombras y volúmenes que además dan una sensación
de profundidad.
A
la derecha un círculo genera una especie de caos con las lineas, con
esto trato de demostrar lo que se vive en las grandes urbes con el
tránsito de vehículos y las personas.
He
usado verde en lugares precisos, alejando la naturaleza que se
representa con a este color, al comenzar, la obra presenta colores muy
claros que mientras bajan se ha en más oscuros.
En
el medio un pequeño círculo nos asoma un retazo de cielo, las grandes
urbes no tienen cielos azules, la contaminación los hace grises, también
dispersé algunas pinceladas rosas para simular la tierra.
Como
en toda obra que hago aparecen pequeños puntos para representar la
figura humana y los árboles, estos elementos se han trabajado en segundo
plano, esto para no quitar importancia a las grandes masas de color que
se representan en el plano.
Siempre
relaciono mi obra con la naturaleza y su equilibrio, también como una
especie de lenguaje o discurso plástico que me permita darle sentido a
cada obra que pinto.
La
obra que ilustra este post se denomina MEMORIAS DE UN PUEBLO QUE QUERÍA
SER CIUDAD. Óleo sobre lienzo. Medidas 100 x 80 centímetros. Año 2021.
Disponible en taller